La muerte de la Tierra by J.-H. Rosny

La muerte de la Tierra by J.-H. Rosny

autor:J.-H. Rosny [Rosny, J.-H.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1912-01-01T00:00:00+00:00


Vio a dos personas a la puerta de una casa

—¿Cuántos viven aún en el oasis?

Los dos hombres elevaron hacia él unos semblantes pálidos, que expresaban una extraña serenidad. Luego uno de ellos respondió:

—Todavía somos cinco… ¡Esta noche llegará la liberación!

El corazón del custodio se oprimió. En las miradas que se cruzaban con la suya reconoció el brumoso resplandor de la eutanasia.

—¿Podemos descender? —preguntó humildemente—. La ley nos ha exiliado.

—¡La ley ha terminado! —murmuró el segundo hombre—. Desapareció en el momento en que nosotros aceptamos la gran curación…

Al rumor de estas voces otros tres seres vivientes se mostraron. Eran dos hombres y una mujer joven. Todos ellos contemplaron extasiados los planeadores.

Entonces Targ y Arva aterrizaron.

Reinó un breve silencio. El custodio examinó ávidamente a los últimos de sus semejantes. En ellos ya residía la muerte; ningún remedio podía luchar contra los venenos deliciosos de la eutanasia.

La mujer, jovencísima, era con mucho la más pálida de los cinco. El día anterior aún llevaba en sí el futuro; en aquel momento, parecía más vieja que una centenaria. Y Targ exclamó:

—¿Por qué habéis querido morir? ¿Significa esto que se ha agotado el agua?

—¡Qué nos importa el agua! —susurró la joven—. ¿Por qué habríamos de vivir? ¿Por qué han vivido nuestros antepasados? Una locura inconcebible les ha hecho resistir, durante milenios, los decretos de la naturaleza. Han querido perpetuarse en un mundo que ya no era suyo. Aceptaron una existencia abyecta… únicamente para no desaparecer. ¿Cómo es posible que hayamos seguido su lamentable ejemplo?… ¡Es tan dulce morir!

Ella hablaba con voz lenta y pura. Sus palabras causaban un daño incalculable a Targ. Todos sus átomos se insurgían contra semejante resignación. Y la dicha apacible que resplandecía en el rostro de los agonizantes le resultaba incomprensible.



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